Estos días estamos viendo en las noticias, como algo tan sencillo y supuestamente
didáctico para nuestros jóvenes, está sacando a la luz la peor imagen de nuestra sociedad.
Las batallas campales en los campos de juego juveniles, ya sea entre padres y/o jugadores, están siendo cada vez más habituales en la parrilla de los telediarios.
No se está inculcando una deportividad, un juego limpio entre nuestros jóvenes, es más, en muchas ocasiones los padres, volcando sus sueños en sus hijos, les motivan y les hacen ilusionarse en que su futuro es el deporte, que se conviertan en el próximo Messi o Ronaldo, llegando incluso al extremo de dejar en un segundo plano sus estudios.
Esta presión, y la estúpida reacción de los padres, las ilusiones y el dinero que vuelcan en sus hijos, hace que muchas veces sucumban estas “jóvenes promesas” a la ira ante acciones que ellos puedan considerar perjudiciales para su “carrera” al estrellato. Otra consecuencia a añadir, es el fracaso escolar resultante de centrarse casi exclusivamente en el deporte, aunque en honor de la verdad no es algo exclusivo del deporte (también los hay que esperan llegar a ser modelos, tronistas, cantantes simplemente por salir en un programa de televisión)
¿El deporte es malo? Con todo lo que he expuesto anteriormente pareciera que quiero
llegar a decir eso. Nada más lejos de mi intención.
El deporte es bueno, es más, es necesario. Lo malo es la falta de cultura deportiva que se les debería inculcar a nuestros jóvenes, dejándose de centrar solo en la competitividad.
La cultura del deporte a mi entender debería incluir, juego limpio, respeto, compañerismo,
esfuerzo, y ganas de superación en todos los ámbitos de nuestra vida.
Debería promocionarse incluso más que nuestros jóvenes hicieran deporte, es más, una de mis propuestas sería premiar la excelencia académica con becas para el deporte, para que el componente económico no fuera un obstáculo para sus familias, como hoy en día ocurre por desgracia. Pero con cabeza, con razón, demostrando que el esfuerzo merece la pena, no solo en el deporte sino en toda nuestra vida.