Una vez pasadas las primeras Fallas Patrimonio de la Humanidad, cabe hacer una profunda reflexión acerca del modelo de turismo que se quiere y de los recursos públicos necesarios para gestionar una fiesta de estas características. Los botellones constantes en zonas como la Gran Vía Marqués de Turia, por ejemplo, han sido el escaparate de ese turismo “low cost” que no nos interesa en absoluto.
El Ayuntamiento de Valencia se ha visto completamente desbordado, el transporte público ha sido un auténtico caos, e incluso los servicios de limpieza que siempre han funcionado de manera razonable, este año han sido vencidos por la basura y la suciedad.
¿Y el año que viene? ¿Vamos a repetir los errores de ese año? ¿Qué tipo de turismo nos interesa promocionar? ¿No sería mejor promover un turismo cultural alrededor de las fallas como arte que un turismo basado en el botellón, que no deja ningún beneficio para la ciudad? ¿No sería mejor promocionar visitas a los talleres de los artistas falleros, por ejemplo, que organizar verbenas callejeras? En este sentido cabe destacar los esfuerzos de un partido político como Ciudadanos, con su líder Fernando Giner y la incansable fallera Amparo Picó a la cabeza, que llevan tiempo llamando la atención sobre este problema e intentando poner el foco de la fiesta sobre la parte artística y cultural.
Desgraciadamente parece que el alcalde de Valencia y su equipo de Compromís van en la dirección contraria al sentido común. Señor Ribó, las fallas son arte y cultura, no borrachera y basura. Por favor, no ensucie nuestras fiestas.