Les voy a contar el caso de un conocido mío llamado Juanjo. Hace muy poco se compró un coche y firmó unas condiciones con el concesionario. No le hacía ninguna gracia firmar ese documento con todas sus cláusulas, pero como quería el coche no tenía más remedio que firmarlo.
Ahora, pasado un tiempo, Juanjo está contento porque tiene el coche deseado, pero acaba de comunicar al concesionario que no piensa cumplir la totalidad de las cláusulas, porque en su momento las firmó porque eran “lentejas”, o las tomas o las dejas. Dice que firmó porque quería el coche, pero lo de cumplir lo pactado que ahora no lo tiene tan claro, que ya verá en los próximos meses qué cláusulas cumple y cuáles no, que cuando lo decida ya se lo comunicará al concesionario, y que mientras tanto les recomienda que se tranquilicen y no se pongan nerviosos.
Ante esta actitud de Juanjo, el concesionario se ha enfadado un poco (quisquillosos) y le ha exhibido de inmediato el documento, incluso ha cometido la osadía de advertirle que puede quitarle el coche si no cumple las cláusulas firmadas y aceptadas por él.
De inmediato los medios de comunicación se han hecho eco de la noticia. Estos días leemos determinada prensa y escuchamos a determinados tertulianos de emisoras de radio y televisión analizar la situación. Comentan muy indignados que el pacto entre ambos ha sido roto de forma unilateral y vergonzosa, que es una grave imprudencia, que esta ruptura demuestra que no es de fiar, y remarcan la extrema inmadurez… ¡¡del concesionario!!
Ustedes me entienden.