Como si de una «master class» se tratara, el concejal Fernando Giner impartió —o departió, que para el caso fue casi lo mismo— una serie de ideas a la directiva del Gremio de Artistas Falleros para explicarles su visión de futuro del complejo de Benicalap, un espacio creado hace medio siglo y cuya pervivencia como complejo profesional está seriamente amenazado. Tanto, que hasta el vicepresidente gremial, Ximo Esteve, cifraba su continuidad en «diez años. En cuanto nos jubilemos los que tenemos algo más de cincuenta años y que no tenemos hijos que vayan a continuar en este trabajo». Para evitarlo, el edil de Ciudadanos, que estuvo acompañado por su compañera de banco Amparo Pico, propone «preparar un plan de viabilidad y reconversión. Que si le hemos dado la medalla de la ciudad, si el complejo cumple aniversario y si estamos en puertas de la declaración de la Unesco, todo eso no caiga en saco roto. ¿Nos interesa de verdad la Ciudad del Artista Fallero? Tenemos dos opciones: reactivarla como parque profesional o dejarla morir». Giner considera que «darle vida es bueno para la ciudad porque tiene muchas posibilidades. Puede convertirse en una auténtica ciudad temática, en la que tienen cabida los talleres profesionales con el atractivo turístico» y puso un ejemplo muy ilustrativo: Silicon Valley, la cuna de la tecnología de ordenadores. Aquí estaríamos hablando de un complejo de contratación de obra, donde tuvieran cabida las facetas en las que son especialistas: fallas para el consumo interno y decorados, carrozas, obra pública y un largo etcétera. Obviamente, el mercado de fallas no resiste ahora mismo al más de un centenar de talleres existentes, en diferentes condiciones laborables. Pero, por contra, la cualificación que da este oficio permite asumir prácticamente cualquier aplicación. Ahora mismo, varios artistas están salvando la temporada gracias a los encargos que están desarrollando en Rumanía para diferentes partes del mundo. «Pero también necesitaría el apoyo desde aquí, con pedidos desde aquí». Sería indispensable la intervención institucional, pues las economías de los artistas no permiten, en estos momentos, prácticamente ninguna reforma en sus talleres y mucho menos levantar obra nueva. «Pero estamos hablando de una cuestión de voluntad política. Y si esta existe, las posibilidades son casi infinitas. El Ayuntamiento debe garantizar el futuro de la Ciudad y convertirla en un estandarte de trabajo, de valencianía y de la fiesta fallera».
Decálogo y consenso general
La hoja de ruta incluye, tras la charla en la que se desgranaron los diferentes conceptos, volver a reunirse con los artistas la próxima semana para elaborar un decálogo de actuación. Y, como último paso, contar con el apoyo del gobierno municipal. «Pero no como una iniciativa de Ciudadanos, sino de toda la corporación. Plantear una Denominación de Origen, una marca de calidad, donde se centralice el trabajo y se garantice el futuro, requiere del consenso con todos los partidos».
Cómo llevar a cabo un plan de negocio en un recinto con naves que amenazan con la obsolescencia es complicado. Todo parece indicar que sería necesario completar el complejo con naves más modernas en lo que ahora son todavía solares vacíos y proceder al derribo o la reforma integral de los actuales para darle un uso complementario. «Estamos hablando de un trabajo de cuatro años como mínimo».