En todo este pifostio del soberanismo hay una cuestión que parece crucial, si al separarse de España se quedan también sin Europa. Situación aplicable de forma casi inmediata a Cataluña pero en general a todos los demás que no quieren un futuro en común. Porque este asunto nos afecta a todos los españoles y a todos los europeos, no solo a los que se quieren separar.
¿Qué es Europa, a nivel práctico? Es la primera pregunta que nos planteamos.
Europa es una cuestión filosófica, me refiero a las directrices europeas, el tribunal de Estrasburgo, etc. que a menos que sea muy gordo, se lo pueden saltar los ciudadanos de un país si su estado se lo permite. Vamos, que puedes infringir multitud de disposiciones europeas “de buena voluntad” que mientras no salgas de tu país no pasa nada. Desde conducir por la izquierda en vez de por la derecha a fumar en un ascensor, no llevar casco en la moto, pagar el IVA los trimestres impares, ir bebido al volante… lo que sea. Europa da unas directrices políticas generales con un amplísimo margen y después cada estado hace lo que quiere, prácticamente.
Europa es también una entidad económica con sus propias normas comerciales, su banco central y su moneda única, al menos en la parte que a nosotros nos concierne. Podríamos pensar entonces que todo el mundo económico que nos rodea depende de Europa, y nada más lejos de la realidad. Los que aplican y desarrollan todos los aspectos de la economía son los estados. Europa se limita a proporcionar un paraguas a sus bancos centrales cuando pasan apuros, nada más.
Europa a los europeos no nos da nada, directamente, lo hemos visto en la crisis griega. Si Grecia hubiese encontrado financiación exterior, ya no estaría en el euro, y la vida de sus habitantes no habría cambiado demasiado. Como no la ha encontrado, le toca pasar por el aro europeo y que sus ciudadanos las pasen canutas. Y gracias a que ha firmado un tratado, que sino la dejan pudrirse en la miseria como han hecho con tantos otros estados. Imagínense los que se quieren separar y ni siquiera tienen firmado ese tratado.
El gasto público representa el 40% del PIB en el estado español, eso significa que el 40% de las cosas que de media recibe una familia nos las da el estado español. Reitero lo de español porque Europa no nos da nada, quiero decir bienes y servicios, es el estado español. Imagínense quedarse de un 40% de lo que recibe en bienes y servicios cada familia que se separe del estado español, que ya no estará obligado a dárselo o porque al separarse ya no podría dárselo.
Claro, se sustituiría por otra cosa, el nuevo estado, que nadie sabe cómo se iba a financiar hasta que consiga recaudar los impuestos necesarios. Un problema que muchos estados consolidados siguen sin resolver, el de los impuestos, como España, o no tienen resuelto del todo y mira que llevamos años. Imagínense con el fraude que hay en España, lo que iba a costar montar una agencia tributaria en un estado nuevo. Todo el mundo diría que quiere pagar en el otro estado, ¿en cuál?, en el que no me los está reclamando ahora, que pareces tonto.
No solo es una cuestión legal, la legalidad se puede cambiar a nuestro antojo, la economía nos la dictan. No se puede privar a ninguna familia española del 40% de los bienes y servicios que en su vida cotidiana recibe del estado español a cambio de una vana promesa. Salvo que alguna parte del estado español obtuviera unos ingresos millonarios gracias a un yacimiento petrolífero descubierto o similar, al revés, en una situación de crecimiento de la deuda pública galopante, la independencia económica manteniendo los actuales estándares de bienestar es imposible, materialmente imposible. Un suicidio colectivo, por muchos que sean y muy convencidos que estén.
Los ayuntamientos y comunidades autónomas saben gastar muy bien pero al final el que pone la pasta es el estado español, que es al que se la prestan, y ya me dirán al nuevo estado quién se la iba a prestar.
Lo malo no es quedarse fuera de Europa sino fuera de España.