Lejos empiezan a quedar ya, aquellos aires renovados de determinadas fuerzas políticas valencianas cargadas de denuncia, proclama y novedad. No olvido como se nutrían de una sociedad indignada hasta el infinito y más allá, junto con el hartazgo generalizado, provocado por la putrefacción política más pestilente. El Bipartidismo, hecho jirones, flotaba sobre su agónica supervivencia ganada a pulso. Y en la urgente necesidad, nació el remedio y la manifiesta oportunidad.
Con los resultados electorales sobre la mesa, se rompía la baraja. Claro y raso quedaba el mensaje que los ciudadanos marcaban con su voto en las urnas: entendimiento, consenso, diálogo y negociación. Obviamente, venían tiempos donde asentarnos en el debate político, además de ser más primordial que nunca, traería razón y argumentación. La Regeneración Democrática se postulaba como la Gran Victoriosa. La idea de nuevos tiempos y nuevas formas, imperaba en el ambiente. Y en la calle se esperaba como Agua de MAYO.
En Ciudadanos, entendimos y de qué manera la petición de los Ciudadanos. Y a día de hoy, seguimos vivamente defendiendo, que es justo desde el centro, donde es posible acercar posturas. Ponderar más lo que nos une, que lo que nos separa. Pese a todo, cada vez es más costoso encontrar soluciones, cuando el debate nace herido de muerte. Y por desgracia, en eso andan, algunos del panorama político valenciano.
Junto al interesado inmovilismo de los de siempre, aflora a golpe de actualidad, la verdadera razón de existir de los Compromís y los Podemos. Creo me entienden, si digo, lo de rentabilizar el gobierno autonómico en términos de porcentajes. Desde hace mucho, percibo planteamientos manidos que siempre abocan a somos víctimas o verdugos. Somos los del Sí o los del No. Algo es blanco o negro. Y no hay más. No hay posibilidad de matices, no hay término medio. Estás conmigo o estás contra mí. Me viene a la mente el discurso de rojos o azules, derechas o izquierdas.
Ahora esos nuevos, beben de la vieja política y entienden que polarizar posturas, resulta. Entienden que polarizar posturas, afianza bandos y votos. Entienden que crear extremos irreconciliables, impide desde el centro, la reflexión. Noquean la posibilidad de instalarnos en el equilibrio. De ahí, la razón de ser del reinante conflicto. Y ni dudar, que a medida que se aproximen las elecciones, mostrarán su particular Mascletà.
El disfraz de apariencia democrática, no lleva ligero el equipaje. Un halo romántico y emocional convierte la prohibición e imposición, en triunfante conquista. Avanzan firmes en su defensa a ultranza, tras sembrar la discordia y la desazón. Un torrente de inmaculada libertad de expresión, encona el momento. Las redes sociales arden. Las posturas se radicalizan. Y en ese instante, los polos opuestos, no se atraen.
¿Alguien cree que hubiera generado el mismo debate llamar a la extinguida Canal 9, por ejemplo, Nuestra Televisión Valenciana? La cuestión no hubiera estado A Punto de Caramelo. ¿Alguien cree que el Decreto del Modelo Lingüístico Educativo Valenciano, maquillado de plurilingüismo, hubiera alcanzado el culmen actual, sin la sospecha de imposición y obligación? Sabían del fuego cruzado. Sabían del uso de la lengua como arma política. Sabían que atentarían contra la libertad de elección y la consecuente discriminación. Sabían lo que hacían. Porque saben a quién se dirigen y para qué.
Desde mi Atalaya, diviso y aviso por si alguien anda despistado. La seducción del Poder florece y DE QUÉ MANERA. Decido hacer mi ALERTA NARANJA.
Soy consciente que preocupa proponer: Un nuevo modo de ver y hacer, UNA NUEVA CULTURA POLÍTICA, porque indiscutiblemente, llega a desnudar apariencias. Retumba el eco de venimos a rescatar personas.