La política educativa requiere, ante todo, sensatez. Sin embargo, el Conseller de Educación, Vicent Marzà, nos tiene acostumbrados a todo lo contrario. Desde que entrara a formar parte del Consell se ha dedicado a sembrar polémicas y generar enfrentamientos entre los valencianos.

Aseveró el premio Nobel de la Paz, Nelson Mandela, que “la educación es el arma más poderosa que puedes utilizar para cambiar el mundo”. Así es, el problema es cuando este arma, de doble filo, se usa para empeorar las cosas. Y es probable que Marzà, más que en Mandela, se apoye en la ideología de Gramsci y su frase “Tomen la educación y la cultura, y el resto se dará por añadidura”.

En la Comunidad Valenciana, Marzà está utilizando la educación para generar problemas donde no los había. Su política es un cúmulo de despropósitos. El peor, a mi juicio, el Decreto de Plurilingüismo. La lengua, en este caso el valenciano, que yo hablo y defiendo, es un vehículo de comunicación y como tal ha de unir, no separar. No se puede obligar a nadie a utilizar una lengua. La imposición genera rechazo y perjudica la extensión del uso del valenciano.

Otra de las políticas educativas estrella de Marzà es minar los centros privados y concertados. Fulmina decenas de conciertos de Bachillerato y se queda tan pancho. No piensa en las familias afectadas y mucho menos en los estudiantes. Tampoco le importan los alumnos que no pueden acceder a las becas por el simple hecho de no estudiar en un centro público. Me pregunto: ¿estos pensamientos también los tenía cuándo estudió el máster en la Universidad privada Ramón Llull?

Ciudadanos, en la Diputación, se ha movilizado contra las bases del programa “La Dipu te beca” porque deja en manos de los ayuntamientos la opción de excluir de la convocatoria a los centros privados. Como también jurista que soy, veo claro que, entre otras, vulnera el Estatuto de Autonomía, la Constitución española y la Ley de Universidades.

Para evitar la discriminación a los estudiantes, hemos instado a todos nuestros concejales a presentar mociones en sus ayuntamientos. También presentaré una queja ante el Síndic de Greuges en la misma línea. Por cierto, el Síndic recibió más de 5.000 quejas sobre Educación en 2016. Es el doble de lo habitual y un 37% del total. Marzà ha conseguido una cifra insólita porque es la primera vez que se alcanza y porque supera al resto de temáticas ¡Ahí es nada!

Por si fuera poco, resulta que otro de sus proyectos, “la Xarxa Llibres”, está perjudicando a un sector ya bastante lastrado, el librero. La Unión Gremial de Libreros ha advertido que los establecimientos de la Comunidad Valenciana con licencia para la venta de libros de texto han perdido entre un 20 y un 40% de ventas desde la puesta en marcha de Xarxa Llibres. Una iniciativa que, según la misma fuente, ha provocado la pérdida de más un 30% de puestos de trabajo en distribuidores, editoriales y librerías.

Ante todo esto, no nos queda otra más que trabajar para desmontar esta política de imposición y discriminación. Las libertades y los derechos deben estar siempre por encima. La sensatez ha de ser la base de cualquier decisión que afecte a la Educación. Lamentablemente, Marzà no la tiene, no la conoce y, dudo, que la consiga.