Ya estamos en los famosos 100 días. Esos que se les da a todo Gobierno para poder evaluar el inicio de su mandato. El President, Ximo Puig, se pone un PA (Progresa Adecuadamente) y Podemos pone al nuevo Gobierno un notable (llamativo que la tercera pata de la mesa tenga en tan alta estima la gestión del Consell).
Yo, a lo de poner nota, no le acabo de encontrar el sentido, sinceramente. ¿Cuál es el baremo de puntuación? Al final, lo que cuenta en estos 100 días son las sensaciones que te van dejando cada rueda de prensa del Consell, las peleas públicas -aunque disimuladas- entre el President y la Vicepresidenta, los intentos de Podemos por tener protagonismo aún fuera del Consell y, en definitiva, si el camino elegido es el marcado por sus programas electorales.
Para mí, esas sensaciones no son positivas. Creo que se han encontrado con una realidad que les ha superado ampliamente. El nuevo Consell no solo no sabía dónde se metía, sino que no tiene ni idea de cómo salir. Y en vez de aplicar el ideario de sus programas, supuestamente mucho mejor que la política aplicada hasta el momento, están dando continuidad a unas formas de actuación que con ahínco han criticado.
La falta de participación de la oposición, el oscurantismo en las gestiones, las justificaciones absurdas de sus errores y la prepotencia y falta de autocrítica en muchas ocasiones me hacen ver que lo único que ha cambiado con el nuevo Consell es el color. Hemos pasado de una política azul a una política roja, pero no hay ni un solo cambio más. Incluso los morados, que se hacían denominar revolucionarios, se han subido al autobús de la antigua política de manipulación, improvisación y despropósitos.
Lo dicho, sólo cambian los colores.